Bueno, después de lo dicho por Alfonso Merelo en
Memorando, y por Rafa Marín en
Crisei, poco me queda que añadir, al menos desde un punto de vista puramente formal, a lo acontecido en las I Jornadas de Literatura Fantástica en Dos Hermanas (Sevilla). Así que me limitaré a contar las sensaciones, y los recovecos mentales a los que se asoma uno cuando está perdido entre almas afines por esos mundos de dios.
Sí, ya sé que está ahí al lado, que la veo de refilón cada vez que el tren pasa por ella cuando voy camino de Sevilla para trabajar en el academia, pero la verdad es que nunca había estado en Dos Hermanas, o, por lo menos, no tengo un recuerdo consciente de ello (jamás digo "nunca he estado en...", mi juventud fue una experiencia demasiado descontrolada como para atreverme a hacerlo). Así que llegué un poco despistado, sin situarme, y en mitad de una ventolera increíble que me hizo preguntarme si no había llegado a Tarifa por mor de algún portal interdimensional que hubiera por el camino. Afortunadamente, la biblioteca pública (el lugar donde tenía que inscribirme) estaba a menos de cinco minutos de la estación. Ésa fue la primera y agradable sorpresa del día: qué pedazo de biblioteca, oigan, para alucinar. Y llena de gente, repleta de chavales leyendo y cambiando libros, cedés, deuvedeses... Incluso había grupitos de adolescentes preparando exámenes. Creo que tuve que pellizcarme para convencerme de que no estaba soñando. A medida que avanzaba por aquel amplio y moderno espacio, mi alucinación iba en aumento: había expositores repletos de libros y novelas de fantasía, monografías sobre autores, libros de ensayo y crítica...; Aquello funcionaba de perlas, sólo había que verlo.
La siguiente sorpresa llegó durante la inscripción. Fui atendido por la siempre servicial y sonriente Almudena, una de las organizadoras, y me basto un par de minutos de conversación para darme cuenta de que no era una friki, de que sabía poco de qué iba el rollo de convenciones del fantástico, y de que (¡albricias!) estaba libre de la influencia fandomita. Yujuuuuuuu... Para ella, la literatura de Fantasía y Ciencia Ficción no era más que otro tipo de literatura, sin aprensiones, filias, ni fobias. Por fin.
Con ese buen sabor de boca me despedí de ella hasta por la tarde, pues había quedado allí mismo con Alfonso Merelo, que llegaría a eso de las seis. Fui al hostal, me pegué una ducha, un paseíto por el pueblo (hay que conocer el terreno, regla básica del turista accidental), papeo en un bar típico, descanso, otra ducha, y de vuelta a la superbiblioteca. No tuve que esperar mucho hasta que llegaron Fonzo y su mujer, Susana. Poco después, la presentación oficial del evento en el teatro local.
Presentación de lujo, todo hay que decirlo. Un centenar de personas, una mesa en la que MariCarmen (alto cargo de la Biblioteca, aunque no logré adivinar cuál era exactamente) desgranaba su amor por la literatura en general, y por la fantástica en particular, con una voz suave y emocionada, mientras nos narraba la génesis de la pasión que Dos Hermanas siente por la literatura escapista a través de un premio que surgió de una antigua casa encantada y de un grupo de gente con ilusión y valentía. Otra vez esa falta de Crónica Fandomita, esa devoción por el género desde una óptica de normalidad y cohesión. Como colofón, un tipo saltó al estrado y nos hizo llorar de risa con un monólogo a lo Club de la Comedia sobre El Señor de los Anillos. Hilarante, sobre todo su tesis de que Tolkien se basó en los españoles para crear a sus Hobbits.

Luego, ese mismo día, una copa de hermanamiento en la antigua casa encantada, que pueden ver aquí a la izquierda. Allí conocimos a más gente, volvimos a saludar al siempre omnipresente Javier Negrete, le echamos el capote a Rafa Marín (que no llegaba hasta el día siguiente), y bebimos cerveza hasta hartarnos, acompañados por muchas tapitas y charlas y conversaciones y risas y todo lo que conllevan este tipo de eventos cuando hay buen rollo. Acabamos en el
Soberao, un extraño pub en el que la gente toca jazz por la cara, y en el que te ofrecen instrumentos para que tú también lo hagas en caso de que sepas. Más tarde, camita, que el día siguiente se presentaba duro.
Por mi parte, asistí con sorpresa a toda una batería de conferencias, charlas, y mesas redondas deliciosas, a pesar de que, a priori, era otra vez más de lo mismo. Se notaba que todos los ponentes estaban cómodos, sobrados, ante un público atento y participativo que destilaba amor por el género sin pertenecer a ningún clan. Yo lo pasé pipa (y me consta que todos los demás también), y comprendí que no todo está perdido, y que hay maneras de revitalizar esta pasión nuestra desde la humildad. Conocí a gente muy interesante, muy válida, y a todos ellos agradezco los buenos ratos que nos hicieron pasar.
Chapeau por ellos. Se lo merecen.